domingo, 27 de noviembre de 2011

Las tortugas ninja





Y me reitero en la idea de la bendita ignorancia. Porque si todo en este mundo se pudiese comprar con dinero, yo atesoraba los días en los que me quejo del mal funcionamiento de la línea uno de metro como si esa fuese la mayor de las desgracias que pudiese pasarme y pagaría por volver a ellos. Hay un punto entre la adolescencia y lo que viene después en el que pasas de huir de la rutina a abrazarla con ansia, un día en que se te acaba el peterpanismo de manera forzada: resulta que el cuento no es como te lo habían contado porque no es factible conseguir que tu existencia orbite como tarea principal en matar al dragón y besar a la princesa. Se te acaba el peterpanismo cuando te toca vivir esa circunstancia en la que te preguntas a tí mismo qué cojones hago yo aquí y por qué no tengo otra elección.

Por eso mismo me regurgito cuando oigo por enésima vez tu teoría de la coraza, el caparazón, las capas de la cebolla o lo que c*** te apetezca llamarle esta vez. Cada vez que le cuentas a alguien lo guay que eres por lo difícil que te resulta establecer relaciones de verdadera confianza con el resto debido a los muros que la vida te ha forzado a levantar, estás escribiendo en tu frente la palabra capullo. La mentira esta tan trillada que la gente se ruboriza al oírla. El único problema que tienes es que estás tan desesperado por exponerte a una vida que no llega, que tratas de que no sea tan obvio lo vulnerable que eres, "inventándote" semejante patochada. Y en esa adicción a la sensación de que podemos controlar todo lo que nos pasa, lo único que conseguimos es que el impacto con la realidad sea más fuerte. Madura un poco, anda, capullo.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Everytime he closed his eyes





Paradise. 

Creo en las señales, porque es divertido. Porque es divertido imaginar que el mundo confabula a tus espaldas, poniéndose de acuerdo para enseñarte, para sembrar ideas en tu cabeza, para inspirarte, con la paciencia que requiere repetirte la lección las veces necesarias. Vaya teatrillo tenéis montado, no creáis que no me he dado cuenta. El planeta identificó la pieza que faltaba y esta semana tuvo que venir una conocida actriz a interpretar una obra que ya había visto recientemente pero a la que no le había atendido demasiado bien. El talento de esta intérprete es herencia de su madre, de la que aprendió a representar una pieza que te transporta a un lugar protegido donde eres invulnerable, donde se juega a la generosidad con las luces apagadas, porque cuanto más grande es, menos la ves. 

Así es como ha dejado de tener sentido quejarme de esta ciudad o ninguna otra... Porque la moraleja de este teatrillo es que nuestro lugar está donde está la gente que te quiere. Supongo que el apátrida que tituló este blog quiso hacer referencia sin ser muy consciente de ello a el tiempo que perdemos buscando lo que queremos hasta que lo que nos quiere nos encuentra a nosotros. Lección aprendida, ahora a esperar a la siguiente señal.



jueves, 10 de noviembre de 2011

La Universidad de la Calle



Orange y Movistar han estado jugando con mi línea de internet (y con mis sentimientos en definitiva, que todos los días en cuanto me despertaba iba corriendo al router a ver si habían venido los Reyes Magos) durante una semana, pero no te preocupes, porque cuando vaticiné este hecho prometí cincelar toda la materia carne de blog, y así lo hice. Aquí van las dos cosas que he aprendido estos días en las calles:


Número uno (palito): la gente me mira. Guiberfucker. Lejos de "El Secreto" y lo que te cuenta tu amiga la guapa de la que todos van detrás, soy la prueba viviente de que la belleza es una actitud. No me preguntes dónde está la magia en esta situación porque no puedo explicarte claramente la relación que existe entre que te mires al espejo y te gustes, y que el efecto se propague a medida que te mueves por la ciudad como si llevases un desodorante mágico. Lo que si puedo explicarte es que la parte más difícil de que tu presencia agrade a los demás es agradarte a ti mismo, y te aviso desde ya que eso es algo que va más allá de lo físico.
Pero el diablo está en los detalles, dicen los ingleses. La contrapartida del dominio de este superpoder es que si la belleza se te huele entre los poros, lo mismo pasa con la fealdad, la pobreza, la envidía o el egoísmo. Todas las actitudes son perceptibles a niveles que no podemos imaginarnos por eso (aquí enlazo con "la tarea del héroe" que me cuadra de maravilla) no me cansaré de repetirte que tengas cuidado con lo que piensas y sientes, no sólo con lo que haces, porque todo ello lo llevas escrito en la cara.


Número dos (palito palito): 'simple' no es un adjetivo peyorativo. Hace poco tiempo hablaba con un amigo italiano ante el que siempre me he mostrado un poco escéptico (a veces es muy italiano) y cuando no pude evitar comentarle mi asombro ante lo rápido que se estaba embarrando en una relación nueva me dejó con el culo torcido cuando me respondió: "sólo necesito tres cosas en esta vida para ser feliz: a toilet, a bed and a job". Mucho me temo que madurar se basa en sostener tu felicidad sobre cosas sencillas: es menos cool a la hora de abarcar conversaciones en la sobremesa, pero es mucho más práctico a la hora de sobrevivir. ¿Sabes esta gente "fiestera" que critica mucho a sus amigos cuando al tener pareja dejan de salir tanto de juerga y pasan más tiempo en casa? Esa gente quiere una relación con especial ahínco.

martes, 1 de noviembre de 2011

La tarea del héroe


Y precisamente en la línea de mi última entrada, por circunstancias que no controlo me veo hoy separado por caros billetes de vuelo de tres de los pilares sobre los que se sostenía mi tiempo perdido estos últimos años. La consecuencia más inmediata es un exceso de horas para mi persona que he intentado enriquecer de la manera más exitosa posible sin darme cuenta de que, al margen de lo que haga, cada vez que estoy solo, peso menos. Porque todo el tiempo que paso a solas lo hago sin identidad.

Así es como he entendido el verdadero sentido del anonimato del héroe, ese cuyas acciones no están desacreditadas por su pasado o por la persona que es. Ese que se puede permitir ser su opuesto cuando lleva máscara. He escuchado muchas veces que conocerse más a uno mismo pasa por disfrutar del tiempo en solitario, pero es mentira. Porque cuando nadie nos ve, no somos nadie. Cuando estás solo no tienes nombre porque nadie te pronuncia. Los adjetivos que nos califican (al fin y al cabo, gran parte de nuestra identidad) vienen de fuera, son dependientes de una audiencia juez que puede ser tan desacertada como dispar. Pero no cometas el error de pensar que el tiempo en solitario no cuenta, porque la audiencia nos califica, pero el tiempo sin identidad, paradójicamente,  nos define. Cuando estás solo tienes la verdadera oportunidad de ser en esencia el más altruísta o el más egoísta. Por eso deberías medir bien lo que piensas, sientes y haces cuando las luces están apagadas, porque es lo que realmente diferencia al héroe del villano.