domingo, 23 de septiembre de 2012

Colisión



Anoche estuve pintando un mapa de carreteras, porque de alguna manera tienes que encontrar una guía en estos tiempos tan oscuros, propios del dominio de Slytherin. Al volver sobre tus propios pasos es fácil detectar un patrón que se repite entre cruces, pasos de diferentes peatones y semáforos que se abren y se cierran. Y me di cuenta de que parte del peaje de estar vivo es no ver el final, porque nunca sabes cuándo te vas a encontrar por última vez con alguien, lo cual es una suerte. Nunca he creído en el disfrute de la última cena: es imposible sentir cuando estás tratando de atesorar segundo a segundo en tu memoria lo que estás viviendo bajo el conocimiento de que no vas a volver a vivirlo. Afortunadamente la vida no te da la oportunidad de despedirte, y donde unos ven una espina clavada eternamente yo veo un finiquito en la plenitud de una relación. El mejor ejemplo somos tú y yo sin duda: hace tiempo tuvimos un accidente en un cruce, conduciendo en direcciones opuestas. La colisión estaba perfectamente justificada, porque era la primera vez que pasábamos por allí y no conocíamos bien el barrio. Parecía que la serendipia nos rendía un homenaje en un primer contacto, hasta que llegó el momento de firmar los papeles del seguro y nos dimos cuenta de que seguros estábamos, pero no de las mismas cosas. Ambos pensamos que el que tenía que ceder era el otro, así es que volvimos a la charla agradable del principio para obviar la discrepancia y fuimos retomando la dirección que llevábamos sin despedirnos, sabiendo que a veces la perfección es incorrecta. Cuando paso por esa calle todavía recuerdo el ansia por ponerle un punto final a nuestro encuentro de manera oficial, pero hoy sé cual es el barrio que tú frecuentas y al compararlo con el mío me doy cuenta de lo irreconciliable de las posturas entre dos personas que no hablaban el mismo idioma, entre dos personas para las que "adiós" no significa lo mismo.

viernes, 14 de septiembre de 2012

25



Hoy la ponencia va sobre el tiempo y su paso. Un tema nuevo del que no he hablado nunca.

Un día atendí al profesor que me estaba dando clase hasta que éste me dio algo en qué pensar cuando comentó que si el ser humano tiene memoria es porque no tiene tiempo.

Ya tienes veinticinco, el cuarto de siglo. Ahora ya empiezas a estar más cerca de los treinta que de los veinte. ¿Qué tal te sientes hoy, un año más viejo? Consuélate con que aparentas más con esa perilla.

No te alteres, especie humana, que por mucho que se lo pongas fácil a mi misantropía con frases como esas el día de mi veinticinco aniversario, he decidido empezar a valorarte como lo que eres: un reloj parado. Por eso, hasta el más tonto de tus ejemplares tiene razón dos veces al día.

El ser humano tiene memoria porque no tiene tiempo. Quédate con eso.

Hace poco vi en un documental que, partiendo de la idea de que la división celular era finita, se podía estimar que nuestro cuerpo se renovaba por completo cada siete años. La persona que eres hoy no es la misma que la que eras hace siete años. De hecho si lo eres, porque no tenemos tiempo, así es que la vida te enseña lo básico y necesario durante tus primeros siete años, de manera metafórica, y a partir de ahí todo es renovación del mismo conocimiento, mas avejentado, maduro o velludo, pero al fin y al cabo, el mismo conocimiento. 

Este jueves me levanté a desayunar y cuando mi madre me felicitó por mi cumpleaños le dije: "si, máma (imperativo del verbo mamar), "muchas felicidades" "muchas felicidades" pero la última vez que me trajeron el desayuno a la cama venía en un biberón", a lo que mi madre respondió: "hijo, no te agobies por cumplir veinticinco, porque sigues estando igual de tonto que siempre". Estupendo, mi madre y Jessica Lange ahí ahí.

Hay un montón de normas que llevas 25 años cumpliendo, siempre ha sido así hasta que un día te paras a cuestionarlas y te das cuenta de que ni si quiera sabes cuál es el sentido de la norma porque desconoces las consecuencias de incumplirla... Como muestra, un ejemplo que se me ocurre al azar es que un texto tenga que tener sentido...

Soy la persona menos constante que conozco. La mayoría de los proyectos que inicio se quedan sin terminar por miedo a que no sean lo que espero de ellos. Empecé un cuaderno tratando de llenar sus páginas de reflexiones nuevas, pero luego caí en la cuenta de que escribir sobre aprendizajes nuevos es imposible, porque todo lo aprendiste ya, durante tus primeros siete años de vida, lo que pasa es que no te acuerdas porque no te dió tiempo a memorizarlo, así es que la humanidad tiene que repetirte el mismo conocimiento universal cada doce horas. Felicidades Diego, tienes 25 años y, aunque creas que no lo has hecho nunca porque tus células no han parado de renovarse, sabes perfectamente cómo se desayuna en la cama.