Desgraciadamente, tengo que escribir sobre esto.
No consigo sacar de mí la sensación tan estremecedora que me dejó la visualización de la última película del conocido musical hace ya más
de dos meses. Concretamente recuerdo como nos miramos mi madre y yo cuando, en
uno de los puntos claves de la película, el pueblo está en la calle sin nada
que perder zarandeando el carro de una burguesía que resulta hasta ordinaria
haciendo ostentosidad de su riqueza ante la muchedumbre hambrienta. Mi madre y
yo nos miramos porque los dos pensamos exactamente lo mismo: somos nosotros. Es
nuestro presente. Ver una película donde la miseria es tan obvia y el abuso
hacia la mayoría es tan descarado ya no resulta ridículo o anacrónico, es la
realidad en la que vivimos los españoles. Puedo imaginarme a mi profesor de
Historia del colegio e instituto, una de las personas con las que aprendí
alguna de las cosas más necesarias para un futuro como este, cambiando
radicalmente la manera de hablar de tiempos en los que se cometían atrocidades contra el bienestar
de la sociedad, no porque el pasado haya cambiado, sino porque han cambiado los
espectadores. Cada día que pasa somos más conscientes de que, como en un
secuestro, estos 35 años atrás nos contaban que la democracia en la que nos
creíamos inmersos estaba a salvo, que era un ejemplo de superación de nuestro
pueblo así como la guardiana de nuestro bienestar armada con el escudo
infranqueable de la Sagrada Constitución, cuando realmente la mantenían
maniatada mientras la saqueaban, violaban, amputaban sus miembros y exprimían
día tras día. No es difícil saber cual es nuestro presente más próximo: como en
cualquier secuestro, lo primero que ha perdido la democracia es el dinero, lo
siguiente será la vida. ¿Miedo ante la incertidumbre? Muchísimo ¿Pena por la
pérdida? Ninguna, por favor que entierren ya este cadáver pútrido y nos traigan
una democracia nueva.
Cuánto daño nos ha hecho ser tan maleducados. Resulta obvio que problema no estaría en absoluto resuelto con una nueva democracia, porque
precisamente, haciendo mención de nuevo a mi competente profesor, una de las
veces se tomó la molestia de imprimir la famosa frase “el que no sabe de Historia está condenado a repetirla” en la
cabecera de nuestras hojas de examen para instigarnos a estudiar más, y a día
de hoy no puedo parar de recordar esa frase, siendo consciente de que la
reconstrucción de este país nos va a llevar muchos años, lamentablemente muchos
más de los que nos ha llevado enseñarle a nuestros hijos que “para que se lo lleve otro u otra, te lo llevas tú antes” y luego votarlos como
nuestros políticos y dirigentes.